divendres, 10 d’abril del 2009

Paseo hasta Monastir.

Ayer Estelle tuvo que ir a Monastir a concretar un trabajo y yo la acompañé. Son 162 kilómetros desde Túnez, unas dos horas y pico de louage. Estelle tenía cita “por la mañana”, que en Túnez significa “antes de las doce”. Salimos demasiado tarde y conseguimos llegar a la una, después de un viaje sin novedad (lo único que tuvimos que esperar media hora para que se llenara el louage). Mientras Estelle se dedicaba a sus asuntos, yo me paseé por el puerto deportivo, que me pareció el mejor de todo el país. Muchos veleros, algunos de ellos habitados. No da la sensación de postizo que dan las otras marinas por aquí. Estelle acabó sus asuntos y comimos en un restaurante del puerto para celebrar que prácticamente seguro tenía un cliente nuevo. Después, como lloviznaba, paseamos un poco por la ciudad, dejamos la visita al ribat para otro día (la foto igual os suena de “La vida de Brian”), compramos dos cositas en una tienda para guiris, y nos volvimos a Túnez.


Aquí empezó un viaje “accidentado”hasta Túnez. Tuvimos la suerte de ser los dos últimos para llenar el louage, con lo que partimos en pocos minutos hacia Túnez. El conductor resultó ser un anciano que en Europa se habría jubilado hace diez años. Uno de los nueve pasajeros resultó tener algún tipo de diabetes, y tuvo que pedir al chófer que se parase dos veces en la carretera para ir a mear. Entonces nos dimos cuenta de que el conductor estaba bastante sordo. Los últimos cincuenta kilómetros los hicimos en medio de una de las tormentas más intensas que he visto en mi vida. El chófer limpiaba el vaho de los cristales empañados con la mano al mismo ritmo en que se movían los limpiaparabrisas. Pero siguió respetando la limitación de velocidad y no pasó de los ciento diez por hora legales en la autopista. Paramos, por tercera vez en el viaje, en una gasolinera durante unos minutos. Allí pude comprobar que los tunecinos fuman sin complejos en cualquier sitio. Cuando por fin llegamos a Túnez nos empapamos totalmente mientras buscábamos taxi (y eso que encontrar taxi suele ser verdaderamente fácil allí). Y por fin llegamos a casa casi a las ocho de la tarde.


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